Antes, en generaciones pasadas, parecía que los muñecos y los dibujos animados eran sólo para niños. Pero eso ha cambiado, a los adultos también les gusta este género, quieren ir al cine a ver Shrek y Toy Story 3, y por eso cada vez más se han ido creando contenidos animados para los mayores, que disfrutan con estas películas y con series como Los Simpsons, Padre de Familia o Futurama.
Además, ahora, a parte del cine y de la televisión, el teatro se ha sumado a esta causa, y el ejemplo más claro es Avenue Q, la versión adulta de Barrio Sésamo que se ha estrenado este mes de septiembre en Madrid.
Los protagonistas: las marionetas
Los muñecos tienen un parecido muy razonable con los del famoso programa infantil. En vez de Epi y Blas, en Avenue Q viven Nicky y Rod; y, en lugar de El monstruo de las galletas, está Trekkie Monster, otro obsesionado, pero, en este caso, no con las galletas, sino con el porno.
Otro de los protas es Princeton, un universitario que acaba de terminar la carrera y llega a Nueva York para intentar empezar su recién estrenada vida de adulto. No tiene un duro y, por eso, aunque en Nueva York, se va a buscar piso a Avenue Q, un barrio en el que los precios de los alquileres son más asequibles porque está un poco alejado del centro (lejísimos, más bien).
Kate Monster es un adorable profesora que no ha encontrado todavía el amor, pero con la llegada de Princeton se le encenderá la llama.
Por su parte, Rod es un gay que no ha salido del armario; y Nicky es su compañero de piso.
Además, a ellos les acompañan en el vecindario una terapeuta japonesa un tanto frustrada, su futuro marido que se acaba de quedar en paro con treinta y pico, y un niño prodigio de la televisión americana (Gary Coleman, el protagonista de la serie «Arnold») que ahora es el portero del edificio de Avenue Q.
Cada uno tiene su historia, su sueño, todavía por cumplir.
¿De qué va?
La obra habla en general de lo duro que es hacerse adulto. Cuando estamos en el instituto y en la universidad queremos hacernos mayores, ansiamos ser adultos y soñamos con una vida idílica que creemos que llevan los que no tienen que ir a clase a escuchar al profesor y tienen su trabajo y su dinero propio. Pero cuando acabas esa etapa y te introduces en la de la vida adulta, muy pronto descubres que aquella, en la que eras un chaval, era la más feliz.
En un principio, según los creadores, Avenue Q era para aquellos que estaban a punto de cumplir los 30 años y estaban intentando encontrar su sitio en la vida. De repente, de un día para otro, pasas de ser estudiante a ser adulto, a tener que buscar un trabajo, pagar tus gastos, etc.
Pero más tarde descubrieron que había muchos adultos, gente mayor, que todavía no había encontrado su lugar en la vida.
Con esta canción arranca el musical:
«Qué voy a hacer con mi licenciatura, no sé qué rumbo escoger.
Años de esfuerzo y conocimientos me han dado este inútil papel (refiriéndose al diploma o título)
Lo enseño y no cuenta, no tengo experiencia, y al mundo me debo enfrentar».
Aquí podéis ver el vídeo:
Un 10 a los actores
Las marionetas son perfectas, pero su manipulación por parte de los actores es magistral. De verdad parece que son los propios muñecos los que hablan y cantan, parece que se mueven por sí mismos. Además, hay tres actores que doblan marioneta, es decir, que son tres actores los que mueven y representan a las seis marionetas protagonistas, con lo que ello implica (hacer cambios de voz, saberse los movimientos, todo).
Según dijeron al final de la obra (no sé si por ir el primer fin de semana -no creo que lo hagan siempre-, los actores y el creador de la historia, Jeff Marx, mantuvieron una charla con el público al acabar la representación :)) fue para ellos un trabajo muy duro de varios meses, ya que ninguno había manipulado nunca marionetas; y, al parecer, es bastante complicado porque son duras y hay que utilizar la técnica adecuada para no hacerte daño en los dedos. El resultado final es brillante, marioneta y actor/actriz se convierten en uno solo.
Para terminar, y según la idea de Avenue Q, al final, lo más importante es que disfrutemos de cada instante, carpe diem, y no estemos siempre lamentándonos por no estar en etapas de nuestras vidas pasadas o futuras. Hay que vivir el momento, intentando ser feliz siendo como somos y con lo que tenemos. Si siempre estamos pensando en «si hubiera hecho…», «cuando yo estaba/era…», «cuando sea…», al final desperdiciamos muchos momentos de nuestra vida.
Fotos: ABC, todosalteatro.com